viernes, 11 de mayo de 2012

RESCATE EMOCIONAL


Esta mañana al despertar me he sentido raro; al prepararme para ir al trabajo deambulaba por la casa en busca de algo que no sabría explicar;  el agua en el grifo de la ducha, la fruta con cereales en la mesa para el desayuno, la mirada  se perdía a través de las ventanas de la cocina,  mis pies sobre un piso que  me incomodaba … hasta que me dí cuenta que no estaba allí; por un momento  observé  como mis pensamientos luchaban  por mantener vivo el lenguaje visual que aún guardaba  en mis retinas.

De pronto sobrevolaron mi memoria la inmensa sonrisa de los niños, la blanca espuma del  verde té, el sabroso pan recién hecho por Mona,   la luna llena que sigilosamente guardaba Bachir,  las casas invitaban a la amistad tras sus azotados ladrillos de adobe, las jaimas abiertas nos mostraban un mundo  multicolor en su interior, la fina arena de las dunas acariciaba nuestras pupilas, el murmullo de los niños del colegio  invitaba a trabajar, la hospitalidad de la familia   resaltaba nuestro ánimo, las saladas lágrimas de la despedida encogían nuestro estómago; sí, durante estos siete días  en los campamentos de refugiados saharauis el tiempo  se detuvo y surgió  ante nosotros la vida, en estado puro,  en medio de la nada, donde el corazón  galopaba entre sensaciones que nacían a borbotones para enseñarnos como vive el pueblo saharaui.

Como siempre, hemos  traído   mucho más de todo aquello que hemos dejado; ese es, a nuestro entender, el secreto mejor guardado de este pueblo y por eso no, no quiero olvidar esto que pienso y por eso escribo.

A Tere, Ana, Yanira, Pablo, Nira y Alberto que me acompañaron en este viaje a descubrir y rodar  la verdad de un pueblo olvidado, no puedo más que darles un millón de  gracias por hacer de este  sueño una justa realidad y  haber demostrado que el cine es un trabajo en equipo.

A todos, un fuerte abrazo

Vista de la wilaya de Dajla.  Campamentos de refugiados saharauis en Tinduf (Argelia).