lunes, 17 de mayo de 2010

UN VIAJE DE SENTIMIENTO

Cualquiera de los componentes de Gran Angular que nos adentramos en la vivencia del Fisahara 2010, podríamos hablar de lo extraordinariamente enriquecedora, grande y dura que ha sido en toda su plenitud. Podríamos hablar de las adversidades que las inclemencias del caprichoso tiempo nos regaló, de los pesados e incansables traslados que separan a los pueblos, de la paradoja de encontrarte a la hospitalidad de manos de la miseria, de nuestras situaciones vivenciales, de un sin fin de cosas más, llenas de realismo… Pero ni los primerizos ni los repetidores, imaginábamos que este viaje, terminaría siendo un regalo para nosotros mismos, de unas magnitudes tales, que hasta pensarlas se hacen impensables.

Este viaje se relata desde la sensación, casi indescriptible, que se siente cuando un puño se retuerce en tu pecho, hasta tal punto que tu diafragma queda totalmente unido a tu pecho y todo late al unísono, de tu propio ritmo del corazón. Sensación tremendamente dolorosa, cuando se acompaña del sentimiento que sientes, cuando oíamos las palabras de agradecimiento del padre de Lamana, una de las niñas del taller que organizamos este año. Porque tú sentías, la hospitalidad y bondad, a medida que sus palabras salían de su boca para agradecernos el tiempo que hemos compartido con su hija. Que le hubiéramos enseñado cosas y que su casa es nuestra casa y su hija es nuestra hija, para cuando decidamos volver. Nos daba las gracias por ayudar y que siente no poder ofrecernos más… esa dulce sensación, se entremezclaba con la dolorosa sin razón, que te ahogaba el pecho.

Cómo sentíamos cada retuerzo, cuándo grabábamos las palabras de la abuela de Marian, otra de las niñas del taller. Nos hablaba una anciana mujer que rebosaba una incansable lucha por la vida digna. Ni un ápice de flaqueza, ni desesperanza, ni un mínimo gesto de cansancio ante la lucha por una causa justa, la de su pueblo. Nos agradecía que fuéramos voces de los sin voz, que ayudáramos a apoyar la vida digna de todo ser humano en la tierra. Nos daba las gracias por escuchar su ahogante lucha de sufrimiento, de dolor, de esperanza, de miseria pero sobre todo de VIDA.
También podríamos hablar de cómo nuestro cuerpo se retorcía, cuando sentíamos el abrasador viento del siroco, mezclado con la arena del desierto y un calor asfixiante (en más de una ocasión superamos los 50 grados). De cómo sientes que envejeces, en tu caminar, en tu calma, en tus fuerzas, en tu energía vital, pensando que es algo que sucede para ayudarte a soportarlo, algo que para ellos forma parte de su vida. Como llegas a admirar a esas personas que te rodean, por enseñarnos que las causas justas merecen toda tu energía, a pesar de las adversidades. Que la vida digna, tiene que estar por encima, de cualquier raza, color, nacionalidad, bandera o condición.

Sin lugar a dudas, este viaje fue de unas dimensiones tales, que pasará todo una vida, donde nos resuenen palabras y sensaciones; como que la condición humana sea la que prevalezca y que sea el sentimiento de humanidad, el que rija los hilos de la vida. Y que este “Viaje de sentimiento” no acabe nunca, mientras haya un pueblo que no tenga una vida digna.
Para los que dejamos en presencia, pero nos acompañan en cada paso de esta lucha, GRACIAS al PUEBLO SAHARAUI.

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